Seguridad, estabilidad y rutina son factores que en general se persiguen en cada una de las facetas de nuestra vida.
Cuando logramos la estabilidad con una sólida rutina como base, solamente nos queda por exclamar: ¡ufff,… siempre lo mismo…!
Sin embargo, cuando hay algún cambio que nos desestabiliza, nos cuesta mucho adaptarnos a la nueva situación y entonces nos acordamos de la: ¡Bendita rutina…!
En la mayoría de las empresas se tiende, en general, a buscar factores como la rutina diaria, a ser posible sin cambios que la desconfiguren, convirtiéndonos de alguna forma en autómatas. Nos encerramos en nuestra parcela, cumplimos con nuestras obligaciones y nos olvidamos de la creatividad, de la innovación, de hacer las cosas de forma diferente, de errar para mejorar.
Sumidos en la tan codiciada rutina, conseguida la estabilidad y nuestro… ‘siempre con lo mismo’, se da el caso, que en las sesiones de café suele ser una constante la crítica a nuestro día a día, al aburrimiento supremo y el deseo a que llegue el siempre anhelado cambio, pero en realidad no ocurre porque, en el fondo, ni lo buscamos ni queremos que ocurra, porque somos un poco miedosos y nos gusta mirar desde la barrera teniendo bien asegurada nuestra estabilidad.
…y llegaron las startup…
Un proyecto de este tipo es lo más diferente a la rutina, la estabilidad, la seguridad, y el inmovilismo.
Una startup lo compone un equipo de profesionales multidisciplinares pequeño de unas 10 personas que le confiere unas características especiales y que en una empresa al uso bien pudiera ser un departamento.
En una startup hay que ser flexible, hay que promover los cambios continuos y adaptarse rápidamente a ellos por lo tanto hay que estar en continuo movimiento, no hay nada seguro o la seguridad es un espejismo.
Debemos de tener la idea clara de lo que queremos conseguir, unos objetivos inteligentes y muy concretos pero también la certeza de que los caminos pueden ser variados y debemos de estar dispuestos a observarlos, reaccionar a tiempo y saber cómo y cuándo tomarlos.
Por lo tanto deberemos desarrollar un proyecto que tenga cabida en el mercado y que pueda ser modificado en base a las circunstancias que vayamos encontrando con mucha rapidez de acción.
Hay que estar en continuo movimiento buscando mejorar, buscando nuevas ideas y nuevos retos, asumir riesgos cometiendo errores y rectificando modelos siempre al menor coste posible.
Un equipo que pueda trabajar de esta forma necesita rodearse de los mejores profesionales, personas que estén dispuestas a darlo todo, personas con visión, con capacidad de adaptación continua y de trabajo en equipo, análisis crítico e inconformismo.
Es muy importante saber interpretar la información que llega en cada momento, de cualquier lugar o formato y algo vital, saber comunicar. Si la comunicación falla, si no conseguimos transmitir lo que queremos no conseguiremos cumplir nuestros objetivos
En definitiva no buscamos crear una empresa al uso, buscamos una filosofía de acción.
¿Qué modelo es mejor?
Desde luego el mejor será la combinación de los dos. Una empresa con un volumen importante de empleados y facturación adquiere una velocidad de crucero que es importante para la visión a medio o largo plazo, algo que una startup no contempla ya que se mueve en el cortoplacismo más inmediato.
Una empresa en la que sus profesionales funcionan dentro de sus departamentos como si estuvieran en una startup, con las características de adaptación al cambio, creatividad, innovación, comunicación, interpretación de la información y reacción, buscar nuevas ideas y retos para mejorar etc… conferirán a la organización características muy notables de competitividad.
Si somos capaces a nivel individual de no caer en la rutina e inmovilismo, promover el cambio y adaptarnos, caer, levantarnos rápidamente y reaccionar positivamente, aprender…, estaremos dotando a nuestra organización de un potencial inimaginable.
