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Viviendo a 120 minutos por hora

¡Qué tiempos aquellos en los que la velocidad a la que se vivía rondaba los 40 minutos por hora, con puntas de 50, pero nunca se rebasaban ciertos límites! Antes de la época moderna, daba tiempo a todo, ya que el límite era el propio ser humano. Las cosas cotidianas y cercanas completaban el día a día de las personas, y se podían abordar con tranquilidad y sosiego.

Con esto no digo que no existieran problemas, desde luego que existían, y, en algunos casos, inmensamente más importantes que muchos de los que nos agobian en el día a día actual, pero la forma de tratarlos, y los tiempos invertidos eran otros que no tienen en absoluto nada que ver con la actualidad.

Pedro era un hombre que decidió comprarse una tele. Rondaban los años 60 y por lo tanto era una de esas que salían las imágenes en blanco y negro. La tele la había visto en la casa de un amigo suyo del pueblo, que trabajaba en un bar y creía que podría ser un buen entretenimiento para algunos ratos del día. Habló con su amigo, y este le dijo que la compró en la ciudad. Era una Grundig y se veía fenomenal.

Pedro Tenía ahorradas unas 30.000 pesetas así que podía gastarse sobre las 13.000 que costaba la tele.  Lo decidió un sábado tomando una caña en el bar con su amigo. A continuación, organizó un viaje a la ciudad que se encontraba a 35 Km, por lo que tuvo que comprar un billete de bus, pero era para el miércoles que es cuando este llegaba al pueblo.

El miércoles se levantó emocionado por la aventura que iba a vivir. Llegó pronto a la parada, esperó cerca de una hora y al fin montó. En más o menos dos horas, contando con todas las paradas que hizo, estaba en la estación de la ciudad. Aquello era enorme, y se dirigió entusiasmado, y un poco atemorizado al establecimiento que su amigo le había indicado.

Una vez llegó, tuvo suerte, les quedaban dos modelos, una Grundig y una Telefunken, el vendedor le habló de sus características, pero prácticamente eran lo mismo, la diferencia esencial es que una tenía las antenas más grandes que la otra, por lo que se supone que tendría más capacidad de recibir las señales.  Optó por la misma que su amigo, la Grundig. Nuestro amigo Pedro ya llevaba la idea decidida desde el pueblo.

Como el autobús no volvía hasta el viernes, tuvo que buscarse una pensión dos noches y así aprovecharía a visitar la ciudad. El viernes volvió al pueblo con su flamante televisor, pero no hay que olvidar que tuvo suerte, porque solamente quedaban esos dos modelos de televisión, si no hubiera habido stock tendría que haber esperado bastante tiempo, y esto le ponía aún más contento.

En cuanto llegó, se aseguró de que estaba seleccionado para 125 voltios, lo enchufó, y sintonizó los dos canales, no sin mover repetidas veces las antenas orientándolas de la mejor manera posible. ¡Pedro estaba encantado con su nueva vida!

El hijo de Pedro, más o menos por el año 2020 decidió cambiar de televisión un sábado a las 9 de la mañana. A las 10h, después de haber comparado más de 50 modelos de televisión, tenía tomada la decisión de cual comprar, y a las 16 horas del mismo día, tenía entregadas las mejores 52 pulgadas del momento al mejor precio posible, pero como no estaba en casa , el mensajero lo dejó a buen recaudo en el punto de recogida acordado. ¡A Pedro no le ha cambiado la vida en absoluto su nueva televisión!

Nuestro nuevo Pedro, ese mismo sábado tuvo 3 reuniones online, con personas de tres lugares del mundo diferentes desde su propia casa, tuvo una reunión en un espacio de Coworking en la ciudad que recordemos estaba a 35 km, distancia que ha cubierto en metro en menos de 30 minutos, y, como era sábado, aprovechó para quedar con compañeros de trabajo, comer y tomar unas cañas y a eso de las 20h estaba en su pueblo, ruta en bicicleta y a las 21.30h después de recoger las 52 pulgadas, vería el partido de futbol en su tele que… ni fu, ni fa.

El primer Pedro vivió mas o menos a 40 minutos por hora, se tomó sus tiempos e hizo sus pequeñas cosas cotidianas. Disfrutó de unas y sufrió por otras, pero se paró en cada una de ellas y las vio pasar. Nuestro nuevo Pedro, que puede ser cada unos de nosotros, vive a mas de 120 minutos por hora, y eso supera con creces los límites de velocidad. Abarcamos más de lo que debiéramos, pasamos demasiado deprisa y cuando nos detenemos un momento, no hay forma de detener nuestro entorno, nos supera y en muchas ocasiones, el estrés y la ansiedad pueden con nosotros.

¿Pero,… cual es la alternativa?

Muchos de los nuevos Pedros se están dando cuenta de esto, y están ocurriendo cosas como la Gran Renuncia, La gran renuncia: de qué se trata y ¿puede darse en España? fenómenos sociales que hacen que frenemos, detengamos nuestro entorno, valoremos más el tiempo y nos fijemos y disfrutemos de los detalles, creo que estamos en el principio de algo diferente.

Viviendo a 120 minutos por hora

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